Conoce mi historiA
Llevo más de 15 años trabajando con deportistas y equipos de élite. Durante 12 años me dediqué al tenis profesional, lo que me aportó una profunda comprensión de la pasión, entrega y exigencia inherentes al deporte de competición.
Soy mentora de deportistas olímpicos, equipos profesionales y personas que enfrentan altos niveles de exigencia. Me apasiona acompañar a quienes luchan por vencer sus miedos y afrontar los desafíos de la vida. Y por encima de todo, me encanta conocer a la persona que hay detrás de cada proyecto y alinear sus valores personales con sus sueños profesionales.
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Me inicié en el mundo del deporte con seis años, en las tardes en las que mi padre nos llevaba a mis hermanos y mí a jugar a las pistas de tenis de nuestro pueblo. Así fue como di mis primeros raquetazos y cómo se despertó en mí la pasión por el deporte y la vida activa.
Durante mi infancia y adolescencia tuve la oportunidad de dedicarme de lleno a lo que me apasionaba, me entregué en cuerpo y alma a entrenamientos y competición, a viajar, a conocer y a explorar todo lo que el tenis me ofrecía.
Con 15 años entré a formar parte del grupo de tecnificación de la Federación de Tenis de Madrid. Asistíamos a clases con un horario adaptado a deportistas. Me encantaba estar rodeada de compañeras/os que se dedicaban a la gimnasia artística, rítmica, al hockey, natación, piragüismo… Fui inmensamente feliz en esa época, a la vez que atravesaba fases de un grandísimo estrés.
Obtuve buenos resultados a nivel internacional con cierta rapidez, ya que a los 18 años logré un ranking 300 WTA; sin embargo, a pesar de que las cosas a nivel deportivo marchaban relativamente bien, sentía unas dificultades internas y un vacío que no me permitían alcanzar una satisfacción plena.
Nunca busqué la ayuda de un psicólogo/a, incluso cuando mi madre insistió, había algo que me frenaba, algo que a día de hoy identifico como un miedo terrible a mirar hacia dentro. Tuve acceso a una psicóloga deportiva proporcionada por la Federación de Tenis de Madrid, sin embargo no estaba preparada para dar ese paso, y no me entregué de lleno al proceso.
Tiempo después y por diversos motivos, entre ellos el viajar sola a torneos durante dos años, se intensificaron mis dificultades internas, dejé de disfrutar aquello que me había apasionado desde niña y, tras varias crisis personales y deportivas, y una falta fundamental de orientación especializada, decidí retirarme de la competición profesional a la edad de 21 años para dedicarme al estudio.
Aunque continué jugando con un equipo en España y otro en Francia durante 7 años más, decidí alejarme del tenis profesional por un tiempo. Quería abordar las dificultades internas que había estado evitando, así que opté por sumergirme por completo en mi crecimiento personal y en mi formación universitaria.
Ahora sí estaba decidida a afrontar los miedos que me acompañaban desde niña.
De los mejores recuerdos de la infancia, las competiciones por equipos
Primera final en un torneo internacional
Reconocimiento a los resultados académicos y deportivos
Acompañada del maestro y de Roberto Mazuelas, inspiración y amigo
Con mochila a la espalda, un año de viaje por Sudamérica.
Rompiendo moldes
Baja California Sur
La magia de vivir en comunidad
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Así fue como a los 23 años, animada por una íntima amiga, me sumergí en un profundo trabajo de introspección, el Proceso Hoffman, donde exploré mis emociones más profundas, la relación con mis padres, hermanos, y conmigo misma. Este fue el comienzo de un viaje de crecimiento personal lleno de momentos de gran descubrimiento, de dolor, de profundas alegrías y por encima de todo, de autoconocimiento y amor incondicional. Y por cierto, un viaje que continúa hasta el día de hoy.
A raíz de este proceso, comencé a profundizar en el crecimiento personal, la espiritualidad y la psicología. Durante mis estudios, tuve la oportunidad de entablar amistad con un profesor-catedrático muy reconocido, Juan Miguel Fernández-Balboa. Durante nueve años nos veíamos semanalmente, nos pasábamos tardes y tardes dialogando sobre la vida, la psicología, la espiritualidad… Él me recomendaba lecturas, vídeos, yo le planteaba incansablemente preguntas, curiosidades, dilemas…
Gracias a su acompañamiento y al trabajo interno realizado en esa época, fui alcanzando un lugar de autocomprensión y aceptación trascendental para conmigo misma. Con el tiempo y de una forma muy natural, se unieron los dos caminos que me habían formado como persona: el deporte y el crecimiento personal. Me fui involucrando en proyectos de investigación centrados en la psicología del deporte, leía, me formaba, hacía cursos dentro y fuera de la universidad, conocía terapias alternativas, las probaba… sentía una curiosidad inmensa por profundizar en el conocimiento humano.
Finalmente realicé un doctorado en Inteligencia Emocional con deportistas de competición, fue una investigación en la que evaluamos el pensamiento y la emoción de más de 1000 deportistas de diversas disciplinas y niveles, incluidos deportistas olímpicos.
Todas estas experiencias me condujeron a la certeza de dedicarme al crecimiento personal mediante la Psicología. La vida cobraba mucho sentido ante la posibilidad de acompañar a otros/as en un proceso que había sido trascendental en mi vida, un proceso que me había llevado desde el rechazo a partes de mí misma, al autoconocimiento y al amor incondicional.
A día de hoy me dedico a acompañar a personas que viven en contextos de presión y exigencia, siempre desde un enfoque basado en la Psicología Positiva: una perspectiva que explora las potencialidades humanas a través del desarrollo de fortalezas individuales y colectivas, y de la toma de conciencia de nuestras propias limitaciones.
Trabajo tanto a nivel deportivo como personal, porque la vida me ha enseñado que el deporte es, en realidad, otro escenario donde nuestra personalidad se muestra con total transparencia.
He trabajado principalmente en contextos de alto rendimiento y en situaciones personales complejas, ampliando mi labor a personas que gestionan equipos, asumen grandes responsabilidades o enfrentan entornos especialmente demandantes, como oposiciones o disciplinas artísticas.
Aprendiendo, cada día, que la verdadera excelencia nace del equilibrio entre la exigencia y el amor hacia uno mismo/a.